Marisma de cine Quino, al que llama el ferretero, es guía turístico —y licenciado en historia del arte—, recoge a Marina, Rocío y Roberto en la estación de tren que está situada a las afueras del pueblo. Quino recibió el encargo de Ignacio, que además de funcionario, es uno de los dueños de una empresa de gestión de turismo local. Eran sobre las once de la mañana de un sábado trece de abril. En la marisma del Bajo Guadalquivir, en esa época del año, de momento, solo de momento, no hace mucho calor y ni hay muchos mosquitos, ni moscas, entre otros bichos típicos, que son más abundantes en mayo o junio. En principio, el día para hacer la visita, era óptimo, pero la marisma nunca se sabe, a menudo depara sorpresas. La fecha elegida evitará, casi con seguridad, que los turistas de cine, sufran el calvario, también conocido los “marismeños” y al que llaman los mosquitos “orejeros” —más pequeños y con una picadura más fuerte—. Estos orejeros son una especie de mosquit...