No me importa.
No me importa.
No el tiempo ni la distancia.
No, no me importa ni preocupa.
Mi alma vacía se llena de ti cuando te recuerdo.
Se llena espontánea y fugazmente de tu olor, de tus manos de terciopelo, de tu vida rocosa, pero amable y tranquila y dulce.
¿Fué feliz?, me pregunto mi eco. Indudable y rápida respuesta. Fué frío aliento de dolor e impotencia.
Allí nunca habtitó flor en fértil tierra. Allí el olor suave de amor y comprensión serena, nunca germinó.
Allí, sólo hubo obediencia, silencio y remordimientos de libertad perdida.
Cuando se nos iba a la eternidad, en esos fríos días de marzo, se atrevió a gritar y romper ataduras invisibles, se atrevió a maldecir, a llorar y arrojar semillas sin germinar. Se atrevió a maldecir al jardín, al huérfano y bonito jardín.
Hoy sin jardín, el jardinero se lamenta. Llora el tiempo, las semillas rotas y vacías.
Hoy el dolor y las malas hierva han florecido.
Hoy, estamos muertos y vivos. Hoy eres nuestra alma y recuerdo.