Gracias a papá, el niño Juan casi nunca tuvo infancia. Solo algunos ratos. ¿Jugamos a los tejos?, no tengo tiempo. ¿Jugamos a la pelota?, no tengo tiempo. Pepe nunca tuvo tiempo. Juan a los cincuenta juega y consuela su niño que ahora también se llama Mario. Los recuerdos de Juan, entre pesadillas y “no tengo tiempo”. Entre las unas y “no tengo tiempo” el niño Juan recuerda el olor a campo, tomillo o hinojos. Jornalero de sol a sol, con la infancia perdida en la posguerra. Meciendo sus noventa primaveras farfulla: no volverá a suceder. ¿Jugamos?
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