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Aplastamiento de las gotas

  “Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas, inocentes gotas. Adiós, gotas. Adiós”. Julio Cortázar

Bienvenidos al apartamento Bécquer

 Bienvenidos al apartamento Bécquer  en “El Plantinar”, Sevilla Hola, soy Juan, y seré tu anfitrión durante tu estancia en este acogedor apartamento situado en El Plantinar, uno de los barrios más tranquilos de Sevilla —hasta que llegó el Marismeño—.  Estoy encantado de recibirte y de ofrecerte una buena TORTILLA DE PAPAS. Siéntete cómoda en mi casa, tu casa y la casa de todas las personas bonitas de mi vida. Entre ellas, tienes un lugar privilegiado en mi corazón. Pero vamos a dejarnos de juanoladas y vamos al lío. Al lío con la tortilla —mal pensada—.  Ponte cómoda y di en voz alta: — ALEXAAA, pon Maroon 5 —sin premio—...guuuuauuuuu. —Oye, estoy flipando, Juanolo, lo tienes todo domotizado... —que envidia cochina tengo.  El apartamento es un lugar cómodo y relajado desde el que se puede explorar tortillas de todo tipo.  —A mí me encantan las que llevan cebolla… —dijo la mujer de hojalata, la brillante mujer de hojalata—. Esta tortilla está maravillosa. El...

Ghost, mi viejo amigo

  Ghost, mi viejo amigo El finde pasado quedé con mis colegas porque, sinceramente, ya era hora de soltar la lengua. Ya sabes, con cerveza y chismorreos, de esos que pones a parir a todo dios sin remordimientos.   Los cotilleos y las rubias (cervezas), dicen que los carga el diablo, pero más aún, si es el primer viernes después de las vacaciones. No te imaginas cómo hervían los “filetes” de mis colegas. Yo me quedé para soplar el último . Iba a estallar, pero controlé el fórmula uno de mi vehemencia. Un milagro, te lo juro.   Resulta que Martina, la reina del ligoteo, probó una de esas apps de citas, como las que tú usas (no disimules). Pues parece ser que entre match y match hubo propuestas de café y de gin tonic. Por lo visto tenían mucho que contarse…   Al parecer el tío, un tal Pablo Martos, y Martina tenían mogollón de cosas en común, compartían gustos; lecturas y grupitos de música indie y networking y comidas. La cosa prometía.   Pero lo que no compartier...

Resfriado de junio

  Resfriado en junio Me he resfriado. Sí, sí, ahora en verano. Qué torpe soy. Sé que esto te da igual, pero espera, que te voy a dar un consejo. Ya sé que no eres mucho de consejos, pero hazme el favor por una vez en tu vida y léeme atentamente. Y por dios, no seas indiferente que te voy a contar algo muy serio. Estaba yo anoche, con mocos, en mi cama, agonizando por respirar y pensé: ¿Por qué no disfruto de la vida cuando estoy bien? Y no es que yo sea Jim Carrey o Maxi de “Aquí no hay quien viva”, todo lo contrario, pero… el viernes, me quedé reflexivo, me puse en modo filósofo y solté en el trabajo, la perogrullada de: “mi niño interior está muy contento”. Te quedaste sorprendido. Sí, se te notó muchísimo (“otra vez el tarao este”), pero no pasa nada, a mí también se me notará cuando lo dicen otros, digo yo.  Sucede lo mismo con las indirectas.  La primera: ¡Oye!, que el año pasado, aterricé con la Dulcinea y ploff, clavícula rota y dos costillas y pasé el calvari...